Seguimos rebatiendo mitos sobre Linux. En esta ocasión le toca a la afirmación de que no hay aplicaciones para Linux. En el caso de los servidores es obvio que esto no es así. Por algo será que Linux abarca ya más del 20% del mercado de servidores instalados, creciendo su popularidad día a día. Si no hubiera aplicaciones de servidor para Linux, ¿por qué molestarse siquiera en considerarlo una opción? Y sin embargo, su utilización no deja de crecer.
En el ámbito de las estaciones de trabajo no es muy diferente lo que ocurre. Volviendo al ejemplo de la industria del cine que utilizamos en el artículo anterior, existen numerosas aplicaciones especializadas para este sector. El mercado del usuario final es el que dirige el desarrollo de aplicaciones y la industria de los efectos especiales le ha dicho claramente a los fabricantes de software que están migrando a Linux, así que más les valía tener todas sus aplicaciones disponibles para dicho entorno. Y de hecho ya lo están.
Finalmente, para los escritorios de los usuarios, donde llevamos nuestra contabilidad casera o donde los más pequeños preparan sus trabajos para el colegio, existe una multitud de aplicaciones. Cualquiera que diga que no hay paquetes ofimáticos es que no ha visto aún OpenOffice. Es cierto que este paquete puede no satisfacer a todo el mundo, ya que es imposible que llueva a gusto de todos, pero cuando el argumento cambia de «no hay aplicaciones» a «no hay aplicaciones que hagan las cosas como a mi me gustan», el mito queda disuelto. Las aplicaciones existen. Si no las quieres, es tu elección. Al menos, ahora tenemos opciones.
Incluso existen desde hace ya tiempo juegos comerciales para Linux, gracias al esfuerzo de gente como Linux Game Publishing, Runesoft y otros. Y lo más importante, prácticamente cualquier aplicación que necesites puede ejecutarse con alguna de las soluciones de integración de Windows en Linux existentes en el mercado, como Wine o VirtualBox.
En definitiva, el mito de la disponibilidad de aplicaciones para Linux es sólo eso, un mito. Hasta el próximo artículo.