Hace ya tiempo que contamos con certificaciones profesionales en el mercado Linux, un reconocimiento muy demandado y esperado en el sector de las TIC. Dada la naturaleza del sistema operativo, nadie en sus inicios pensaba en certificar la valía de un profesional a la hora de trabajar con Linux, ya que su experiencia era más que suficiente. Sin embargo, cuando el mercado comercial de Linux empezó a madurar y sus profesionales debían competir con otros formados en entornos diferentes, se hizo claro que había que evitar el agravio comparativo entre ellos al no disponer los primeros de una certificación que acreditase su capacidad como técnico en entornos Linux.
El mayor problema al que se enfrentaba Linux a la hora de tener su propio programa de certificaciones era el de saber quién se encargaba del tema, ya que no existe una sola figura detrás, como ocurre con Windows/Microsoft o Solaris/Sun. La mayor virtud de Linux, la libertad, parecía que se iba a convertir en este caso en su mayor obstáculo. De hecho, actualmente existen numerosas ofertas al respecto, lo cual crea cierta confusión al profesional que quiere certificarse. ¿Es que entonces debe gastarse un dineral en certificarse en todos y cada uno de los programas?
Analicemos primero qué ofrece el mercado. Podemos encontrarnos tres tipos de ofertas:
– Fabricantes
Empresas como Red Hat, Novell o Mandriva tienen sus propios programas de formación y certificación. Tienen la ventaja de que están respaldados por entidades con nombre en el mundo Linux, pero tienen en contra que el profesional se encuentra «deformado profesionalmente» hacia una distribución concreta, perdiendo la versatilidad deseable en un buen profesional Linux.
– Proveedores de valor añadido (VARs)
Existen empresas que, sin ser fabricantes, trabajan en el mercado Linux y han ofertado sus propios programas de certificación, como SAIR o Brainbench. La ventaja que supone certificarse profesionalmente en Linux, independientemente de la marca de la distribución, se enfrenta al inconveniente de que son certificados poco reconocidos fuera de EEUU, país que genera la mayoría de este tipo de certificaciones.
– Comunidad Linux
La comunidad también se ha puesto en marcha y ha unificado distintos proyectos abiertos de certificación en una sola iniciativa: el Linux Profesional Institute (LPI). Este proyecto está apoyado y financiado tanto por personajes influyentes del mundo Linux como por empresas del sector. Una oferta de este tipo es una garantía de reconocimiento mundial, pero la lentitud en la organización y puesta en marcha del proyecto socavó poco a poco los ánimos y la fe de los usuarios Linux en el LPI.
¿Cuál es la mejor opción, entonces? Cualquier programa de certificación serio es tan válido como cualquier otro. Sería absurdo negarle a un profesional certificado Red Hat o Brainbench sus conocimientos y experiencia simplemente porque no está certificado por el LPI. Personalmente, optaría por un programa de formación y certificación de un VAR local, lo que me garantizaría además un programa en mi idioma y un trato directo con el certificador, algo fundamental a la hora de resolver dudas, recibir formación adicional o actualizar las certificaciones.