He leido en un artículo en Genbeta algo que me ha dejado de piedra. Resulta que el recientemente publicado navegador de Google, Chrome, genera un identificador único cuando se ejecuta por primera vez. De este modo, nuestro anonimato al navegar por Internet se pone en cuestión, ya que dicho identificador permite hacer un seguimiento «con nombre y apellidos» de los pasos que damos por la Web. Afortunadamente, tal como cuenta el artículo, existe una solución para eliminar dicho identificador.
Lo que más me sorprende del caso es que, siendo un software de licencia libre, desde Google se utilicen este tipo de prácticas más típicas del mundo del software privativo. El ejemplo que se me viene instantáneamente a la cabeza es el de la suite Microsoft Office, que firma cada documento generado con un identificador único y los datos del autor del mismo. Es cierto que al estar disponible el código fuente del navegador es muy difícil ocultar al público algo como esto, lo que desde mi punto de vista demuestra que no hay mala fe en Google al incluir este identificador, pero no deja de ser extraño un movimiento como éste en una empresa comprometida con el software libre, ya que choca frontalmente con la filosofía de libertad del mismo.
En uno de los artículos sobre los mitos de Linux hablé de que «libre» no significa necesariamente «gratis». Este caso es un claro ejemplo de ello, en el que a cambio de un software de licencia libre se nos pide renunciar a nuestro anonimato, un precio demasiado elevado a todas luces. Google Chrome se trata sin duda de un producto de elevada calidad, incluso en una etapa tan temprana de su vida como en la que se encuentra, cuando acaba de ver la luz su primera versión estable. Su declaración de intenciones (multiplataforma, elevada usabilidad, numerosas funcionalidades, sistema de extensiones al estilo Firefox, arquitectura interna diseñada con la estabilidad y la seguridad en mente, etc.) no ha dejado indiferente a nadie. Sin embargo, tanto bueno en un lado de la balanza no compensa por algo tan negativo. Personalmente, esto me suena a «vender el alma al diablo». ¿Y a tí?