El próximo 22 de Octubre se publica el esperado Windows 7, que viene a intentar hacer olvidar el fiasco de Vista. Microsoft promete un interfaz remozado, moderno y más sencillo de utilizar, a demás de un sin fin de novedades más o menos relevantes para el usuario medio. Para aquellas empresas que tengan que acometer la actualización (por ejemplo, por exigencias del software de gestión de la empresa), Windows 7 va a suponer un gran desembolso, no sólo por las licencias a adquirir, sino por los costes colaterales que esta migración acarrea. Por ello, este puede ser el momento ideal para que estas empresas se planteen pasarse a Linux. Veamos cuales son estos costes añadidos y cómo Linux nos ayudaría a proteger una inversión de este calibre.
Si venimos de XP, el más evidente de los costes colaterales es el de la actualización del hardware. Si Windows 7 no es más que una revisión de Vista, por mucho que lo hayan optimizado la migración va a suponer que todos aquellos PCs que se adquirieron hace al menos 5 años no tengan suficientes recursos para manejar con fluidez un escritorio basado en Windows 7. Si a esto añadimos todos los periféricos que se queden sin soporte, la cuenta de gastos en hardware se dispara escandalosamente, aparte del problema de adaptación del sistema informático a los nuevos periféricos. Para ilustrar esta situación baste el ejemplo de una impresora especial que funciona perfectamente con nuestro software de gestión pero que no tiene controlador para Windows 7. Sencillamente aterrador.
En el caso de Linux, además de que los requerimientos hardware no sólo no han aumentado sino que incluso han ido disminuyendo a lo largo del tiempo (todo depende del uso que queramos darle al PC, claro está) lo que aumenta el ciclo de vida de cualquier PC, a día de hoy Linux aún tiene soporte para hardware y tecnologías de hace más de 10 años, algo que seguirá siendo así tanto por la propia arquitectura de Linux como porque es lo que los usuarios necesitan.
El segundo coste añadido es el de la compatibilidad del software. Con Vista ya ocurrió que programas que llevábamos años utilizando dejaban de funcionar de buenas a primeras, a pesar incluso de los modos de compatibilidad que incluye dicho sistema. Por ello soy escéptico ante las hipotéticas mejoras que Windows 7 pueda traer al respecto. Lo más seguro es que nos encontremos que tengamos que actualizar la mayoría de los paquetes de software que utilicemos asiduamente, lo que puede suponer un nuevo desembolso importante en licencias.
Con Linux esto no ocurre, ya que cualquier nueva versión de una distribución trae todos los paquetes de software actualizados y listos para su instalación. En el caso de que algún programa no estuviera incluido en las actualizaciones, como es el caso del software comercial, lo más seguro es que siga funcionando sin problemas, ya que en Linux siempre se busca la compatibilidad nativa hacia atrás, sin emulaciones ni cosas por el estilo como en el caso de Windows.
El tercer y último coste está muy relacionado con el anterior: la actualización del software de seguridad. Windows es desafortunadamente famoso por sus problemas con virus, software espía y demás fauna maligna. Una nueva versión del sistema operativo implica una nueva forma de hacer las cosas de cara a los programas, por lo que no sólo hay que actualizar las aplicaciones y herramientas de uso cotidiano sino también los antivirus, cortafuegos, antispyware, etc. Aparte del desembolso que esto pueda suponer, lo más preocupante es que hay que «toquetear» algo demasiado delicado (como es el sistema de seguridad de Windows) como para enfrentarse de golpe a una actualización masiva de todos sus componentes. El riesgo de interacciones no deseadas y de efectos inesperados es demasiado elevado, pero como no podemos arriesgarnos a quedarnos sin protección, se trata de un mal trago que hay que pasar lo antes posible y deseando que no pase nada.
Como Linux es conocido por su resistencia frente a este tipo de amenazas, no es necesario tener instalado todo este conglomerado de programas más allá de un sencillo cortafuegos (eso en el caso de un PC aislado, porque en una red corporativa ni eso), por lo que el riesgo de estrpear algo al actualizar es mínimo. Además, las actualizaciones están perfectamente integradas con el sistema operativo y han sido suficientemente probadas, lo que minimiza aún más los riesgos.
Si a todo esto le añadimos las ya conocidas ventajas del Software Libre para una empresa (bajos costes de implantación y mantenimiento, protección de la inversión, mayor interoperatibilidad entre sistemas, escalabilidad asegurada, mayor ciclo de vida, mejor aprovechamiento delos recursos, normalización de licencias, facilidad de respetar la normativa vigente, etc.), la opción de migrar a Linux es sin duda alguna de seria consideración ahora que se acerca Windows 7.