Nos encontramos a poco más de un mes para que Microsoft finalice el soporte activo del venerable Windows XP. La solución que se propone desde Redmond es, evidentemente, migrar a una versión superior de su sistema operativo. Sin embargo, el cambio no es tan sencillo ni tan falto de obstáculos como Microsoft pretende. Tanto Windows 7 como 8.1 tienen requerimientos hardware superiores y presentan incompatibilidades con programas y periféricos que funcionan bien en XP, por no hablar de los cambios en el paradigma de escritorio que presenta la última versión de Windows. Ante este panorama, es el momento de plantearse seriamente una migración a un entorno basado en Linux y software libre.
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